La Daga Obsidiana
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Me hicieron por la guerra y por la paz, tantos reproches...

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Mensaje  Rillian Dom Ago 23, 2015 1:13 am

{A lo largo de este compilado, iré redactando pequeñas historias y breves, o no tan breves, momentos de la vida de "las Megu"}


Tota vita nihil aliud quam ad mortem iter est

En aquel sueño, como tantas otras veces, la rubia se revolvía en su descanso, los ojos cerrados con fuerza intentaban en vano esconderse del peor de los enemigos de alguien como ella... El pasado. No eran las flechas ni las espadas lo que la dañaba, su piel era un sin número de cicatrices, el fuego quemaba sí, pero no era ello lo que la atormentaba. Su mente y sus recuerdos eran lo que realmente condenaba aquella existencia, una elfa detenida emocionalmente en un evento concreto, uno que se reiteraba cada vez que sus fuerzas flaqueaban (algo que cada vez ocurría más a menudo).

Vio nuevamente a su hermana perecer, su hogar desmoronado, los golpes de aquel día se resentían aún en su cuerpo mientras los pies le sangraban al correr en una huida que jamás terminaba. Gritaba en el sueño, pedía que aquello no pasara, pedía que todo aquello terminara, pedía también despertar, siendo consiente de la pesadilla, o al menos con la esperanza de que lo fuero. Gritaba, se revolvía, lloraba, huía, sufría.

- ¡Despierta! - Gritó una voz, una voz conocida para la rubia quien observaba en sueños desorientada, buscando aquella voz -. Vamos hermana ¡Maldición! ¡Despierta! ¡Rillian! ¿Qué estás soñando?

Aquella pregunta fue la que la despertó en verdad, abrió los ojos, observando la figura de su hermano cada vez más nítida. Lo observaba aún vestido y con un fuerte olor a alcohol. Se había dejado las gafas enganchadas de la camisa y sus ojos, a pesar de el leve estupor de la bebida, parecían principalmente preocupados por ella. Esta se intentó sentar en la cama, colocando sus brazos a ambos lados del cuerpo. Parecía perdida mientras su respiración iba recuperando el ritmo normal.

- ¿La misma pesadilla? - Preguntó el rubio, sentándose a un costado de su hermana, para culminar con un fuerte abrazo en lo que ella farfullaba un "sí" apenas audible. A los pocos segundos comenzó a gimotear de forma reiterada mientras balbuceaba palabras ininteligibles -. Serenate un poco, ya sabes que no logras nada llorando.

- No puedo avanzar de las pesadillas, siempre vuelven, ya sé como es y como termina, pero aún así sigue doliendo -. Exclamó ella con la voz ahogada, si fuera quizás algo expresiva estaría rompiendo en llanto, pero tan solo mantenía la mirada algo nublada.

- Estoy aquí, tranquila, todo pasará -. Afirmó él mientras besaba la frente de su hermana quien se aferraba con fuerzas a la espalda de su hermano.

- Lo sé, eres mi calma en la tormenta -. Respondió ella levantando el rostro, colocando su mirada en la de su hermano.

Desde aquella posición se notaba el reflejo que eran, y como a pesar de ello sus expresiones reflejaban elementos absolutamente diferentes. Ella poseía un rostro calmo y una mirada perturbada, mientras en el expresivo rostro de él se reflejaba la serenidad de una tormenta. Rillian levantó lo brazos y se abrazó del cuello de su hermano para darle un beso en los labios, un beso con sabor a alcohol, a desgano, a sueños rotos y esperanzas vanas, pero también un beso con sabor a compañía, a estabilidad, a seguridad y la certeza, la convicción de que a pesar de todo, jamás la dejaría sola.
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Mensaje  Rillian Mar Sep 15, 2015 2:05 pm

Quel'thalas, Bosque Canción Eterna.

En aquel páramo dividido entre la vida y la muerte, se podían observar las terribles huellas de la plaga. La cicatriz muerta ardía aún en la tierra y el corazón de los sin'dorei quienes perdieron más que demasiado aquel trágico día. Algunos estaban locos, corriendo de aquí para allá por la terrible sed de maná, mientras otros bajaban la vista ante las oleadas de muerte circulantes.

Entre aquella discordante co-existencia de la vida y la muerte, entre los caminos que aún quedaban en pie, una figura negra de muerte avanzaba a toda velocidad en dirección a la capital elfa. El delgado cuerpo de una quel'dorei cubierto enteramente de ropas negras se mantenía firme en su destrero negro. Su veloz paso dejaba una estela oscura, una estela que recordaba demasiadas tragedias ocurridas en muy poco tiempo.

Incluso ante las miradas de odio, la elfa logró franquear la puerta principal de la capital thalassiana. Ignorando todo reproche, aquella figura negra continuó su camino por la calle principal, doblando en la entrada al bazar. Allí se dirigió a uno de los rincones más destrozados de la ciudad, deteniéndose tan solo al llegar a la estructura apenas en pie de lo que parecía haber sido una morada.

- Después de tanto, he vuelto a casa -. Musitó la elfa, quitándose la capucha negra que cubría su negra cabellera. Su piel pálida refulgía ante la fuerte luz del sol, y la mirada azul espectral parecía desafiar la existencia misma.

Se apeó de la montura e ingresó en la estructura mientras el caballo se quedaba a unos pocos pasos de la entrada. Victorique avanzaba en aquel lugar con cuidado, recordando su último día en aquel lugar. Recordaba haber comido algo con miel, un sabor que como otros, había olvidado, recordaba haberse trenzado una extensa cabellera dorada, una cabellera que ahora negra como la noche. Y mientras intentaba recordar su imagen en vida, topó con un espejo sucio, se acercó al mismo, y en su mente vio por un momento los ojos plateados, la piel sonrosada, el cabello dorado, el rostro que invitaba a sonreír, que contagiaba alegría.

Pero no, allí estaba la figura de una caballero de la muerte, una dama vestida en negro de muerte. Su rostro ya no invitaría a sonreír, jamás lo haría. Acercó su mano al espejo, presionándolo con tanta fuerza haciendo que se rompa en miles de pedazos que repetían una y mil veces la imagen actual de la Brisamuerta.

Dio vueltas aquel espejo mientras buscaba lo que la había traído allí. Un pequeño retrato de una pareja élfica, una pareja feliz y sonriente, esa imagen era más fuerte que las miles de pesadillas que había sufrido hasta la fecha. Era un cuadro endemoniadamente hermoso, que había sido tan real, y ahora no era más que un pasado, un pasado que no había forma alguna en que retornara. Abrazó aquel retrato y busco luego unas ropas, encontrando las ropas que había usado su esposo el día en que se habían casado.

Ambas cosas las guardó con sumo cuidado en una alforja de su caballo, mientras que un elfo de bastante edad se acercaba a la elfa. Esta resopló antes de subirse al destrero, dispuesta a ignorar al que se acercaba.

- ¡Alto! - Atinó a decir aquel sujeto antes de que la elfa partiera, esta le echó una mirada desinteresada antes de dirigirse al camino -. Alto, espera, espera ¿Tu eres quién vivía aquí, no?

Aquella pregunta tomó por sorpresa a la quel'dorei quien observó con mayor detenimiento a quien le hablaba. A pesar de los años, de las ropas ya no tan lujosas, de la desgastada mirada, aquel resultaba ser un antiguo allegado a la pareja Soldistante.

- ¿Qué haces aquí, Dar'tharos? - Preguntó ella arqueando una ceja.

- Es lo mismo que te iba a preguntar a ti, Victorique -. Aquel tono de confianza en el aludido lograba molestar a la elfa, quien ya prácticamente desconocía las muestras de afecto -. Hace mucho tiempo que no pasas por tu hogar.

- Cuando vivía era mi hogar, ahora es solo un mal recuerdo -. Afirmó mientras estaba por retomar camino, bajó el rostro un momento y luego volvió a mirar al elfo -. Iré a enterrar las cosas de mi esposo en el lugar donde nos conocimos él y yo... Si algún día tengo la suerte de que este cadáver deje de caminar entre los vivos, espero que puedas hacer que me entierren junto a quien amé.

Antes de esperar una respuesta, la ojiazul comenzó a cabalgar con velocidad, prácticamente como si intentase huir de sus recuerdos. Intentando huir de las risas, de las lágrimas, del calor de un abrazo, del refugio de un hogar... Tantas cosas que habían quedado sepultadas cuando aquella hojarruna destrozó su alma. Y mientras cabalgaba, mientras huía de pasado, de estar viva, estaría llorando.
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Mensaje  Rillian Lun Sep 28, 2015 10:42 pm

Tierras de la Peste, cercanías a Stratholme.

La raquítica figura de la no-muerta avanzaba lentamente en los restos de unas catacumbas. Su rostro descompuesto lucía aún más lúgubre iluminado por el fuego de su antorcha. Sus esqueléticos pies se arrastraban lentamente sobre el frío piso de piedra, siendo el único sonido en aquel tétrico lugar.

No había vida alguna en aquel lugar, incluso las alimañas habían perecido, algunas definitivamente. Los cadáveres humanos demostraban el paso de la Plaga, por lo que la gran mayoría se habían levantado de su "eterno" reposo, aunque ahora estuvieran desperdigados por el suelo, inertes. La renegada murmuraba algo inentendible mientras observaba los diferentes cuerpos. A veces, se detenía a analizar con mayor atención alguno de los cuerpos para luego seguir su búsqueda. Así se mantuvo, ahondando cada vez más y más en aquel cúmulo de tumbas. En un momento dado se detuvo ante un cadáver a medio salir de su ataúd. Acercó la antorcha mientras analizaba el cuerpo y esbozaba lo que parecía una espeluznante sonrisa.

- Ni en 20 vidas te librarás de mi -. Carraspeó de forma pausada, para luego soltar una risotada escalofriante.

La bruja metió el cadáver en el sarcófago y luego comenzó a arrastrarlo hacia el exterior. Una vez fuera cargo el mismo en una carreta tirada por dos caballos esqueléticos. La no-muerta se trepó al pescante y tiró de las riendas, instando a los animales a empujar de la desvencijada carreta, la cual no tardó en comenzar a moverse por las lúgubres tierras azotadas por la (no-)muerte.

Varios días más tarde, Ofiria llegó a una casucha deteriorada en las afueras de Remol. Allí bajó el cuerpo y lo metió en lo que parecía un estudio de alquimia... Vil. Ubicó el ataúd tras una mesa repleta de viales, luego abrió la tapa para observar mejor el cadáver. Este llevaba años en descomposición, por esta misma razón apenas quedaban rastros de como había sido en vida. Tan solo quedaba una sortija de cobre en el dedo anular izquierdo del cuerpo.

- Oh... Aún llevas eso -. Exclamó falsamente sorprendida mientras juntaba sus manos -. ¿Me extrañaste? Hace mucho que no nos vemos, esposo mío ¿Aún sigues feliz de haber conocido aquella mujerzuela?

Las palabras brotaban adornadas de ponzoña a la vez que la bruja se acercaba a un vial que llevaba días al fuego. Colocó en el mismo parte de sus propios cabellos para luego levantarlo y observarlo a una mejor "luz". Continuó entonces experimentando con aquella sustancia, echando cada miradas cada tanto al cuerpo, algunas parecían ser de odio, otras tantas parecía una obsesión, pero nunca amor.

- Pronto pagarás por lo que me hiciste -. Auguró con un casi cántico -. Oh, sí. Tendrás toda la eternidad para lamentarte por lo que hiciste.
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Mensaje  Rillian Lun Oct 26, 2015 11:59 am

Jungla de Tanaan - Draenor paralelo

La troll se sujetaba la cabeza, cerrando los ojos con fuerza mientras se escondía en el hueco de un árbol caído. De a ratos, la lluvia era coronada con relámpagos ante los que intentaba no gritar. Sus ropajes rasgados dejaban al descubierto heridas que de no ser por su raza, le habrían causado la muerte. La sangre entonces se diluía con el agua mientras Jaz'shir lloraba.

- Soy una idiota, si no fuera por mi todo estaría mejor -. Sollozaba presionando con más fuerza los párpados, queriendo así esconder de su mente el reciente cadáver de quien la había acompañado hasta allí -. Zul'ubah ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué tu y no yo?

Cuando la luz de un loa estaba por explicarse, la cazadora de sombras despertó abruptamente, con la cara empapada de un sudor frío. Se limpió el rostro con agua varias veces, observando el reflejo que le ofrecía la misma en aquella nueva jungla. Tras aquello se colocó su armadura, recobrando la calma. Aseguró la funda de sus armas al cinturón de cuero, sintiendo aún aquel sudor perlado resbalar por la espalda. Aquella noche, como tantas otras, se la pasaría pensando, pensando en las mil y un formas en que hubiera podido evitar aquella tragedia.

- ¿Vas a seguir con lo mismo? - Preguntó una voz en Zandali. La peliblanca echó una mirada al trol que se acercaba y arqueó una ceja -. Cualquiera que te conozca un poco sabe muy bien que tuviste una pesadilla.

- No mucha gente me conoce -. Respondió escuetamente, volviendo la mirada al frente. El trol respondió a aquello con una sonrisa un tanto forzada.

Permanecieron en silencio en lo que parecía una eternidad, ambos en un estado de alerta tal que incluso percibían el aleteo del más diminuto de los insectos. Era un escenario común, no hablaban mucho, siquiera entre ellos. Lentamente la troll comenzó a caminar sigilosamente, avanzando al lugar por el que parecía se había infiltrado otro partidario de la Legión.

En cuanto la cazadora de sombra alzó sus espadas recordó una pequeña frase que había oído "Quizás, sobreviviste para llevar la voluntad de quien era más débil, eres quien más cambió en Primer Hogar". Cerró los ojos un instante y luego, se lanzó a la batalla.


Última edición por Rillian el Dom Jun 05, 2016 4:38 am, editado 1 vez
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Mensaje  Rillian Sáb Dic 05, 2015 7:09 pm

Un espejo roto, sucio por años de tierra reflejaba ahora el rostro de una elfa de sangre de larga cabellera rubia. Sus ojos eran ocultos por unas gafas de ingeniería mientras su cabello exageradamente cuidado para alguien como ella cubría otra parte de su rostro. La mueca cruel con la que observaba aquel espejo mientras otros saqueaban aquel maltrecho hogar acompañaba los pensamientos lúgubres de la rubia.

Unos 30 o 40 años antes, ella había poseído en sus manos un espejo de extrema similitud con aquel, claro que aquel espejo no estaba roto ni sucio. Era un espejo de mano clásico de Quel'thalas, tenía los bordes labrados y decorados de elegante manera, lo que a juzgar por las raídas vestimentas de las dos elfas significaba que lo habían robado.

- Hermana, sostén el espejo para mi que no puedo peinarme bien -. Dijo la pelirroja mientras se arreglaba el cabello ya bastante cuidado mientras la otra, algo mayor, sostenía el espejo para su hermana.

- No entiendo para que te lo peinas tanto, al final se va a volver a despeinar -. Comentó la rubia, cuyo cabello permanecía desaliñeado en un rodete improvisado.

- Es que como no tengo ropa linda, al menos quiero tener el cabello bonito -. Dijo la otra mientras se armaba un peinado de lo más elaborado.

La rubia suspiró ante aquel comentario, sabía que su hermana menor era mucho más coqueta que ella, y de ser posible le hubiera gustado consentirla en todos sus caprichos. Siempre le prometía que algún día le daría los vestidos de sedas elegantes adornados con gemas de excelente calidad que veían utilizar a las damas de la nobleza, pero ellas no eran más que dos simples huérfanas, que como mucho aspiraban a robar alguna de todas esas gemas valiosas.

- ¿Y dónde esta nuestro hermano? - Preguntó la menor mientras últimaba el peinado, decorándolo con algunas flores que había recogido previamente en los prados cercanos.

- Seguramente fue a buscar que comer, hace días que no comemos algo fresco -. Musitó tristemente la rubia, girando el espejo para molestar a la pelirroja.

- ¡Ey! ¡Deja ese espejo quieto! - Dijo la otra, mientras sostenía las manos de su hermana cuando el espejo reflejaba la imagen de la rubia -. Mira tu cabello, quisiera tener un pelo color oro como el tuyo. Cuando te lo cuidas un poco parece brillar como el mismo sol. ¿Por qué no te lo cuidas?

- El tuyo siempre parece fuego, y se ve bello así, el mío es molesto, además de que todas son rubias -. Comentó la elfa, dejando el espejo a un lado y se dirigía al pequeño fuego que mantenía aquella diminuta habitación a una temperatura soportable.

- El oro es más bonito que el fuego -. Canturreó Ylaisha mientras se asomaba por la entrada a ver si el mayor de los tres hermanos llegaba pronto.

Rillian lanzó lejos el espejo haciéndolo aún más añicos de lo que ya estaba, haciendo que alguno de los hombres con ella se sobresaltara.

- ¿Qué? ¿Tu pelo no se ve tan bonito ahí? - Preguntó un goblin que revolvía una caja donde había encontrado varios pendientes con un valor fácil de inflar.

- Callate si quieres conservar la lengua -. Rugió la del Ocaso mientras se acomodaba su ya perfecta cabellera, intentando apartar los recuerdos sobre la pequeña con cabellos de llama.
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Mensaje  Rillian Lun Mar 07, 2016 8:23 pm

Lunargenta - Quel'thalas

La figura de un caballero de sangre no era algo extraño de ver en aquel lugar, quizás lo que si era extraño era que ella estaba demasiado "relajada" leyendo cartas sobre un banco, releyendo una y otra vez las mismas palabras. Suspiró largamente antes de guardar la carta entre sus ropas y levantarse a continuar con lo suyo.

La plaza del bazar era el lugar donde la gente comúnmente pasaba el día, veías los mercaderes, los compradores, el ajetreo de una vida diaria, casi olvidando que más allá de algunas construcciones estaba la terrible marca del presente thalassiano, aquella cicatriz literal. Observó con calma el lugar, con aquella mirada serena que tanto le caracterizaba. Dio dos pasos mientras se acomodaba el cabello lejos del rostro, cuando a lo lejos vio dos niños pequeños jugando.

Se detuvo a contemplar aquella escena, una niña con el que parecía su hermano mayor. Ambos usaban ramas de árboles caídos como espadas, y se las habían ingeniado para armarse dos pequeñas rodelas con platos viejos y tiras de cuero. Sonrió levemente ante aquella escena, al menos las próximas generaciones traerían soldados respetables. Giró y continuó su camino, haciendo que la larga capa negra con ribetes rojizos se arrastrara por las calles adoquinadas.

- Mamá ¡Me pegó! - Gritó la chiquilla de antes, llamando la atención de la Sunseeker, quien volteó a ver la escena nuevamente. Una mujer de rostro amable se acercó a los pequeños y comenzó a reprenderlos a ambos por jugar de forma tan brusca. Casi espantada por aquello, Ghalathea comenzó a caminar velozmente hacia el cuartel de los Caballeros de Sangre.

Se fue a la que podríamos definir como su recamara, una habitación privada dado el alto cargo que la elfa ostentaba. Era sin dudas una locación sencilla, una cama, un ropero, un escritorio con una silla y algunos libros amontonados sobre baúles. Dejo las cartas de su hermano en el único cajón del escritorio, sentándose frente a este. Se quitó el casco y colocó las manos sobre su frente, cerrando los ojos.

En su mente comenzaron a dibujarse los recuerdos de su tierna infancia, mientras estos se mezclaban con los de un incierto futuro, se vio a si misma acompañada de una pequeña de negra cabellera y un jovencito de cabellos rojos. Abrió los ojos de pronto, faltaba demasiado para que aquello fuera siquiera posible, aún había demasiados cabos sueltos, el mundo era un lugar demasiado incierto como para que más vida llegara a aquel desesperanzado lugar. Suspiró largamente antes de volver a colocarse el yelmo y con él su expresión serena, su máscara de paz.
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Mensaje  Rillian Sáb Mayo 21, 2016 11:16 pm

Islas del Eco - Durotar

La mañana despertaba tranquila en las islas, donde la vida diaria de los Lanza Negra se reactivaba tras una apacible noche sin estrellas. Algunos vigías volvían a sus hogares tras su guardia mientras otros tomaban sus puestos, asegurándose que aquel tiempo de paz no fuera interrumpido por los animales de las cercanías. Y entre las moradas estaba aquella que hasta hacia unos meses era para uno, daba sus primeros cambios para ser tres.

La trol que allí vivía estaba agachada sobre una cubeta, devolviendo lo último que hubiera comido mientras intentaba sostenerse el cabello para que no quedara manchado por aquella repugnante mezcla. Se irguió una vez segura de haber vaciado su estómago, por tercera vez aquel día que apenas comenzaba, mientras pensaba en cuándo se terminaría aquel martirio. Suspiró largamente antes de levantarse sosteniendo la cubeta, para caminar luego a una de las playas cercanas, donde vacío la cubeta para limpiarla varias veces con agua. En su fuero interno, sabría que aquel día repetiría aquello al menos 4 veces más.

- ¿Primer mes? - Dijo una trol que cargaba una canasta llena de sigilos y fetiches -. Si el pescado te cae mal, es probable que sea varón.

La otra le miró extrañada, aún no se acostumbraba a lo metidos que podían ser los trols de las islas. Suspiró de nuevo, dando media vuelta y buscando algún otro camino para su propio hogar, esperando no toparse con nadie más en el camino. Normalmente no le daba mucha importancia y mantenía conversaciones amenas con sus nuevos vecinos, pero aquel inquilino dentro suyo le estaba poniendo más huraña de lo normal.

Una vez dentro de su hogar, y lejos de miradas indiscretas se sentó en un rincón, esperando que aquel malestar pasara pronto. Su mente comenzó a divagar, pensando en todos los eventos recientes y como aquella nueva vida marcaba un gran cambio en su vida. Apenas lograba comprender que su hermano ya no estaba entre los vivos y ese hecho le atormentaba cada noche en sueños.

- Supongo que vienes a ponerle orden a este desastre -. Musitó observando su viente bastante liso aún, esperando que de alguna forma, en verdad todo mejorara de ahora en adelante.
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