La Daga Obsidiana
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El Despertar del No-Nacido

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Mensaje  Agelmar Miér Mar 02, 2016 11:59 am

Destello. - El mundo… está hecho… de luz.

- Mi amo… es… muy pront… - vacuidad absoluta.

¿Mie…do? ¿La voz… pastosa y gutural… tiembla?

- ¡Calla… Reig…nal!

Esta voz…. es diferente. – Una profunda exhalación – Chillona… estridente…También… teme.

- Pero, mi amo... – Calló. De pronto, emitió un horrible chillido – ¡Mire… amo! ¡Es consciente!

Yo.

- ¡Sí, sí, siiii!

La voz… chillona… ya… no teme. – Inhaló. El aire sabía… a muerte – Esta excitado.

- ¡Genera pensamientos abstractos! – Un fuerte zumbido acalla momentáneamente la voz – ¿…cibes, Reignal?

No, no respiro – Pánico. Oscuridad y luz, se alternan. – ¡Carezco… de sistema respiratorio!

- ¡Vienen, Lord Zarghun! – Una tercera voz… escandalosa, sucia… entra en escena. Esta aterrada – ¡Aquí vienen!

Si, los siento acercarse. – Choque de espadas, gritos, muerte – Siento su odio, su rabia…su magia… sus ansias por extinguir… vida.

- ¡Mírenlo! ¡Mírenlo! – Silencio – ¡…panden! ¡Sus percepciones se expanden!

No… no es vida. – Horror – Están torcidos… corruptos.

- ¿Qué coño pasa? – La voz chillona, se llenó de pavor nuevamente – ¡¿Qué le sucede?!

Muertos ¡Putrefactos! Corruptos ¡Viles!

- Os lo dije, mi amo – la voz pastosa, aunque habló zalameramente, se regodeó – No está preparado.

Muertos, muertos, muertos… Muertooooooos.

- ¡Maldita sea, no tenemos más tiempo, lo necesitamos!
- Pero, mi amo…
- ¡Cállate, Reignal, y obedece! – Un violento tirón de magia oscura sacudió el aire, y obligó a Reignal a doblar la cerviz – Introduce el fragmento de alma en la cavidad torácica del sujeto.
- Sí, mi amo.

El mundo se mueve – Los llenos-de-odio están casi sobre nosotros.

- Bien, es hora. No me falles… Navarius. ¡DESPIERTA!


Un impresionante torbellino de energías hediondas, corruptas, profanas; envolvió a la aterrada alma.
Sin voz con la cual gritar, Navarius intentó oponer resistencia. Pero pronto aprendió que era imposible resistir la voluntad de aquel que guiaba el torrente de energías profanas.
La sintió resquebrajar su propia voluntad, reptar a través de su alma, obligándola a acoplarse a un cuerpo ajeno.
Ya lo podía percibir. Los brazos, no pertenecieron al mismo dueño. Las manos, jamás estuvieron juntas hasta que fueron unidas forzosamente. La pierna izquierda, alguna vez fue parte de un cuerpo cuyo nombre fue olvidado. El tórax… no, no solo el tórax: la pierna derecha, el cuello y la cabeza; compartían una historia común.  Un origen común, un nombre propio… ¡Aghhhhhh!

- Sin pasado, sin historia, sin nombre… solo a uno obedeces, y bajo un solo nombre respondes: Navarius. – Como una tormenta de clavos ardientes, la voz sin carne del terrible Zarghun se incrusto en la mente de Navarius. – Yo te poseo. De la nada te cree. En oscuridad te di forma. Y a la nada puedo devolverte. Porque mi poder es ilimitado.
“Soy tu Dios. Soy tu Padre. Soy tu Madre. Soy tu Creador. Soy tu Vida. Soy tu Muerte.”
“Mi verbo comanda tus pasos, con la misma facilidad con que la Escarcha apaga la Luz.”
“Mi palabra es poder, mi creación. Y como tal, te ordena Levantarte.”
“¡Levántate, Navarius! ¡Levántate y cumple mi volu…!”


La voz de Zarghun enmudeció violentamente, y las impetuosas corrientes de energías profanas se desataron, amenazando con destruir a Navarius. Pero algo sucedió.

Alguien más tomó las riendas del Poder.

Una mujer.

Navarius sintió su tacto suave, delicado, pero no carente del odio que percibió antes. De esa terrible rabia que le hizo perder el control.

La magia oscura fue encauzada, y tan inesperadamente como la repentina extinción de la voluntad de Zarghun, los sentidos de Navarius despertaron a la vez, de golpe.

Abrió los ojos.

Sendas llamas azules brotaron de ellos.

Frente a él, con los brazos extendidos y de las palmas de las manos aun brotando restos de energía profana; se erguía una fémina de malsana piel grisácea, cabellos rojizos como el fuego salvaje, pupilas carmesí, como sangre derramada sobre la nieve; orejas puntiagudas, mirada vehemente, y con una torcida sonrisa satisfecha adornando un rostro que alguna vez fue hermoso.

- Mi nombre es Lady Alistra – dijo – Tu maestro ha muerto. Debes tu libertad y tu salvación a los Caballeros de la Espada de Ébano. Pero ahora, eres tu propio dueño. Puedes decidir, si caminar entre los vivos, amo de tu voluntad, pero bajo el peso de una maldición que te volverá un paria entre los que alguna vez llamaste tu gente.
“O puedes decidir lo contrario: regresar a la paz de la tumba. Y gustosa, te brindare el dulce abrazó de la muerte.”
“Habla, Resucitado. Elige tu destino. Ahora que te pertenece.”
- Yo… - Navarius encontró la mirada sangrienta de Lady Alistra. Azul contra Rojo. Y respondió, sin titubear - …viviré.

Agelmar
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